Siempre he sido muy curiosa y observadora de lo humano. 

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Ya desde niña me preguntaba qué historias habría detrás de los rostros que me encontraba, detrás de sus miradas, detrás de su andares, detrás de sus expresiones y sentía un impulso oculto de parar a desconocidos para escucharles y en ocasiones reconfortarles.

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Con frecuencia jugaba a hacer entrevistas, yo era la entrevistadora, el entrevistado, el público ... y me pasaba horas en mis fantasías disfrutando de ese juego de escuchar, conocer, indagar, narrar.

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Siempre me ha gustado de alguna u otra manera crear espacios íntimos donde la gente se sienta bien, no juzgada, escuchada, honrada. Como el que va a recibir un invitado en su casa y prepara su habitación con todo el amor del mundo para que se sienta como en la suya propia.

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Es algo que nace de dentro y que la vida me invita a compartir desde formatos como  el acompañamiento terapéutico, la entrevista de corazón o el acompañamiento y guía de grupos en Oscos (Asturias), espacio natural maravilloso donde me siento muy vinculada.

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Y en esos encuentros salen historias que necesitan ser contadas, a veces sólo para ser des-cubiertas,  y en ocasiones si nos lo permitimos, para indagar lo que hay detrás de ellas, y empezar a tirar de un hilo que nos lleve a un espacio íntimo más amplio.

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Me es natural al escucharte sentir aquello más profundo desde donde nace tu historia, me es natural ver aquello que tú no ves, sentirte en una amplitud mayor a la que tú te sientes. Y con ello no hay nada que resolver, no hay recetas ni caminos hechos,  simplemente me dispongo a acogerlo, acariciarlo, abrazarlo en mí para si te lo permites después devolvértelo con otro aroma. Cuando lo hago para ti, lo hago para mí, es la única manera de que tenga sentido.

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No acompaño desde la actitud del experto ni del coach hacia un propósito, acompaño de una forma muy sensitiva, uniéndome a una sintonía del corazón desde donde todo siempre cobra un sentido más amplio, más libre, más armonioso, más claro.

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